Algo tienen los meses que me
gusta tanto, algo tiene el tiempo de fascinante. Quizá no es el tiempo en sí,
más que eso es la delimitación que como seres humanos le damos al tiempo.
Comprendo (o creo comprender) las razones científicas (¿?) por las cuales el hombre
delimita el tiempo, sí, esas razones que dependen del movimiento del sol, la
Tierra, la luna y muchos otros elementos, pero… el tiempo y su delimitación,
quizá más que fascinante me parece enervante ¿por qué el día sólo dura 24
horas? Hay días que desearía agregarle una hora más viviendo el hoy y no
dándome cuenta que ya es mañana… y aunque siento lo miso con los meses, no es
igual, los nombres, los sonidos en sus letras, quizá porque sólo los menciono
una vez al año, y no 52 veces como los días. Y al fin, en este largo y corrido
año, llegó agosto… y se fue.
Llegó agosto con sus lluvias
esporádicas y sus delicadas sorpresas, aquellas que te envuelven el corazón y
te devuelven la sonrisa. No esperaba un agosto como este, no esperaba sus rayos
de sol por la mañana calentando mi camino, no esperaba recordar el poder y la emoción
de una sonrisa… de su sonrisa.
Normalmente digo las cosas sin
terminar de decirlas, y termino diciendo lo mismo una y otra vez, divagando
sobre la vida y el amor. ¿Tan simple me volví? ¿Acaso no hay algo más? ¿No
solía ser más compleja? ¿No tenía más cosas por decir que las que ahora callo?
Mi corazón solía arder… pero
describiría algunos de mis últimos meses como la canción de Brooke Fraser ‘Love, where is your fire?’ De igual forma recuerdo a Julia
Roberts interpretando el papel de Elizabeth Girlbert en Eat, Pray, Love, diciendo: Do you know what I felt when I woke up this
morning, Delia? Nothing! No passion, no spark, no faith, no heat, absolutely
nothing! I think I’ve really gotten pass the point where I could be calling
this a bad moment. And it just, it terrifies me. Jesus, this is worse than
death to me. The idea that this is the person I’m gonna be from now on?!
Muchas veces lo he descrito, una
cotidianidad que te consume y carcome hasta las más profundas pasiones…
pareciera que esto es la vida y fuera de esto no hay más. Es entonces que el
tiempo delimitado se vuelve tan importante, no me refiero a esa delimitación
humana, un tanto romana quizá, donde disfrutamos de las pausas refrescantes
cada diciembre, o cada semana santa. No, me refiero a ese tiempo delimitado
donde se puede reconocer que una etapa acaba de terminar y otra nueva está por
iniciar.
Es por eso, que en un agosto como
este que pasó, me doy cuenta que todo es mera ilusión, que la cotidianidad no
tiene la fuerza suficiente para carcomer las pasiones de la vida humana,
aquellas que nos hacen sonreír de dicha y placer. Quizá sea tiempo de volver a
la pasión que encontramos en la esencia de nuestro propio ser, en esas pequeñas
pistas que ocultamos sobre lo que desconocemos, esos misterios que vuelven la
vida mucho más emocionante, aquellos que quizá nunca vamos a develar. Quizá en
esa mística regrese el fuego y nuestros corazones vuelvan a arder.
Quizá sea sólo un mes más, quizá
sean meras palabras llevadas por el viento, quizá no sé cómo terminar este
texto, estas palabras, y por eso empiezo a divagar; quizá empecé hablando de
agosto porque por algunas razones, en agosto redescubro que la vida es más de
lo que pensé… y que aunque pensé ya haberlo vivido todo (ilusamente, claro), me
doy cuenta que no.
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