Hace dos meses aproximadamente, cerré
pensum, al menos eso espero, y lo único por lo que me alegro y por lo que estoy
realmente feliz es porque en un largo tiempo no “tengo que” acercarme a un
documento sociológico, hacer una síntesis, o preparar argumentos suficientes
para un cuasi debate. Es decir, tranquilamente puedo estar pensando en un
profesorado en inglés o en algún curso de carpintería. No, no quiero tener nada
que ver con la sociología en algún tiempo, como si por ahora quisiera separarme
de esta tortuosa relación.
¿Por qué? Porque en el camino
perdí el sentido de la sociología, no se trata únicamente de la estabilidad
laboral-económica que ésta no-ofrece, se trata del pensamiento, y el poder
limitado de actuar sociológicamente. Es cierto, el positivismo de Comté, la
sociología comprensiva de Weber, el materialismo histórico de Marx, o el
análisis acerca del suicidio de Durkheim son enriquecedores; y si a esto le
agregamos las teorías de los sociólogos y sociólogas contemporáneos,
encontramos una vasta variedad de conocimiento e interpretaciones de la
realidad, tanto la teoría clásica como la contemporánea tienen cabida en el
discurso actual, pero ¿un discurso? ¿Para qué? ¿Cuál es el sentido? ¿Ofrecer
soluciones? ¿Ofrecer alternativas? ¿Es esto posible? ¿Es esto real?
¿Para qué investigamos,
apegándonos a un método (aquí cabe hacer mención al anarquismo metodológico y
lo valioso que sería para muchos artistas que se encuentran en el campo de las
ciencias sociales)? ¿Para qué nos involucramos en proyectos de “desarrollo”?
¿Para qué pasamos 5 años sentados y sentadas en un frío escritorio escuchando a
catedráticos que se creen genios y dioses (y ni hablar de algunos compañeros y
compañeras)? ¿Para qué generar un discurso y no algo más? Algo que genere
cambio y transformación…
Y entonces surge aquella gran
frase que tanto nos dicen en la sociología: “No
creíste que al entrar a la carrera, lograrías cambiar el sistema”, entonces
están aquellos que dicen que nunca entraron pensando en la sociología como una
alternativa, como una posibilidad de cambio, sino por el mero interés de la
investigación. ¡¿Es en serio?! Es decir, si vos sos estudiante de sociología y
tus ojos nunca vislumbraron un chispazo de luz y alternativa por medio de tu
carrera, entonces sí creo que la sociología es pérdida de tiempo. Es confuso
esto, y un tanto ambiguo, porque por un lado estoy detestando esta carrera,
tanto que la quisiera borrar de mi vida, pero por otro, no percibo mi vida sin
la influencia de la sociología.
El punto está en que este año,
salí al “mundo real”, salí de esa hermosa burbuja de estudios que te envuelve
creyendo y leyendo que si la gente se organiza de forma colectiva logrará el
cambio; salí de esa burbuja donde vamos a la biblioteca a estudiar y a
enriquecer nuestro conocimiento de más teorías sociológicas que sólo nos
dejaban más confundidos; salí de esa burbuja donde creemos que por leer a
Elster, a Butler, y sacarlos a colación en diversas conversaciones nos
escuchamos más inteligentes; salí de esa burbuja, y encontré una pared de
realidad que no se conecta con la utopía mencionada en los libros.
Este año enfrenté mi primera
crisis académica, enfrenté algunas pérdidas en mis puntos de promedio, enfrenté
un desgano académico que jamás había experimentado; claro, no disponía del
mismo tiempo, ánimo, ni fuerzas. Entré al último semestre deseando que cada día
fuese el último, parecía ser una carrera interminable; sí, la vida se volvió
más compleja estos últimos meses. Ya que al estar fuera de esa burbuja de las
cuasi ciencias sociales que conozco, me he encontrado con impresiones muy
fuertes, y he llegado a dudar de la misma sociología.
¿Cómo empezar? Diría que uno de
los primeros puntos que comencé a notar en este malestar, es que conozco
algunas compañeras que están trabajando en algunas organizaciones de renombre
sociológico en cuanto a investigación en Guatemala, y su contrato es de mes a
mes (¡!!!!!!); a esto debo agregarle que el campo de la sociología en nuestro
país, se reduce (de cierta forma) a política, participación ciudadana,
conflicto entre la pseudoizquieda y pseudoderecha, más parece una sociología
política, que una sociología como tal; estos son temas que, honestamente, no me
interesan, no despiertan en mí la pasión del estudio y del conocimiento, no
como la sociología del arte, de género o de la cultura; porque entonces ¿qué
sentido tiene estudiar sociología, si al final voy a terminar “investigando”
aquello que no me gusta, siguiendo una pinche fórmula, la cual deja de ser real
al momento de aplicarla?
Comprendo que la vida es más de
hacer o no lo que me gusta, o de ir por el mundo haciendo lo que yo quiera, sin
considerar el contexto que me rodea, pero en realidad, me siento traicionada
por la sociología; ahora que “salí”, ahora que veo el mundo a través de los
lentes de la fría realidad, me da miedo descubrir que la sociología no es
suficiente en mi vida. Sí, me encanta estudiarla, la disfruto, pero tengo
tupida la mente, no puedo pensar, no puedo analizar críticamente como solía
hacerlo, y lo que más lamento, no puedo escribir, las ideas parecen no tener
coherencia, y las manos parecieran haber olvidado cómo dibujar el trazo de las
letras.
Después de todo, la pregunta
permanece… ¿qué sentido tiene la sociología? ¿Ha logrado explicar las
interrogantes del ser humano en comunidad? ¿Ha permitido la sociología generar
una imaginación creativa que ofrezca la alternativa de crear nuevos mundos? No.
Está estancada, como yo, la sociología está estancada… las explicaciones
teóricas parecen no ser suficientes, en la práctica, se pasan encuestas y se
cree interpretarlas, pero ya no hay
imaginación creativa. Y para mí esto es lo más importante de todo, sin la
iniciativa creadora, esta idea de que tenemos la capacidad para seguir creando,
es la base para que realmente podamos imaginar una alternativa; pero la
sociología ya no ofrece esto… quizá me lo estoy tomando muy personal, debería
simplemente leer y memorizar “analíticamente” los textos, después de todo,
sabría cómo redactar el discurso que todos quieren oír, pero ¿qué sentido
tendría, si no estoy creando?
La verdad, siento que quiero
renunciar a la sociología, no es una idea que me agrade del todo, porque he
apreciado el estudio de la misma, pero me encuentro ante el dilema que he
mencionado en toda esta entrada ¿cuál es el sentido? Yo solía tener
pasión, yo solía disfrutar de la sociología, y ¿ahora? Quiero sorprenderme del
conocimiento intelectual, quiero redescubrir en mí eso que me impulsaba a
indagar, a conocer, a ofrecer soluciones y alternativas, eso que me impulsaba a
leer e incluso a pasar las horas de la noche sumergida en un texto; mi miedo,
es que no pueda materializar la sociología y se quede por ahí, divagando en lo
recóndito del pensamiento, de los ideales, y ¿por qué no? del mero estudio.
¡Vaya contradicciones! Ese espacio ambiguo entre teoría y práctica.
No estoy segura, no sé si voy a
redescubrir el sentido de la sociología, o si al final me voy a quedar pensando
en lo absurda que es. Tal vez como Susanita, voy a empezar a pensar en los
vestidos, fustanes y bodas, y así ignorar por un breve momento todo lo que creo
saber.
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